El espacio es un texto. Con cualquier decisión que los individuos toman para construir el espacio: elección de materiales, dimensiones, iluminación, etcétera, nos muestran sus necesidades y su sensibilidad. Las formas, la arquitectura, son un texto en el cual podemos leer el modo de vida de quien lo habita, pero también de quien lo construye. Una vez que el espacio ha sido utilizado y abandonado también podemos leer en él, debido a que otros modos de vida han sustituido a los que lo que generaron.
La ciudad vieja se esconde tras una serie de murallas en una sucesión de círculos concéntricos: una puerta da paso a una estancia, que da paso a otra puerta, que da paso a un patio… que da paso a otra historia, a otra vida.
Casas fortaleza, habitaciones alrededor de un patio, patio tras la puerta de la medina, oculto a los ojos del paseante, a miradas ajenas.
Con estas imágenes nos asomamos al interior de lo que fue, a la memoria impresa en sus paredes, con la mirada del presente. Formas de intimidad que han dejado la huella de lo que son y de lo que fueron y que al adentrarnos desorienta nuestros sentidos como si de un laberinto se tratara.
Laberinto se define como un lugar formado artificiosamente por calles y encrucijadas, para confundir a quien entre en él, de modo que no pueda acertar con la salida.
Entre los varios tipos de laberintos que cita Umberto Eco en el prólogo de El libro de los Laberintos de Paolo Santarcángeli, sólo en aquel en que encontramos al Minotauro se plantea la gran duda: ¿saldré vivo? Eco siempre mantiene la posibilidad de triunfo. Sus palabras son esclarecedoras: “…podemos afirmar que todo el Pensamiento de la Razón, desde Grecia hasta la ciencia decimonónica, se propuso como pensamiento de una Ley o de un Orden que debía reducir la complejidad del Laberinto… Por un lado la Racionalidad, que pretendía reducir la complejidad del Laberinto, por otro la llamada Sabiduría, que pretendía conservar intacta la complejidad de lo irracional.”
Indudablemente, la posibilidad de salir no está cuestionada sino que es el camino el que nos da posibilidad de llegar a otros lugares, tal vez nunca imaginados. La posibilidad de perdernos para aprender.
Concha Pérez